En el Estado de Hidalgo, la Huasteca abarca la porción noreste del territorio, incluyendo ocho municipios Atlapexco, Huautla, Huazalingo, Huejutla de Reyes, Jaltocán, San Felipe Orizatlán, Xochiatipan y Yahualica.
En todos estos lugares, la población indígena es mayoritaria, representando aproximadamente el 85% del total de habitantes de la zona.
La ciudad más importante es Huejutla, antes del contacto con occidente, los Huastecos habían sido tributarios del imperio mexica, los cuales impusieron su lengua, su religión y su organización política y social, desapareciendo la lengua tenek en la región Huasteca de Hidalgo, lengua que tiene nexos con la gran familia maya y que aún sobrevive en la región norte de Veracruz, el norte de Querétaro y el sur de San Luis Potosí.
La población actualmente está organizada en un sistema de gobierno paralelo: autoridades municipales, así como una asamblea general indígena cuyo órgano máximo de decisión comunitario es el Consejo de Ancianos, a quienes se les reconoce su papel de autoridad suprema entregándoles el báculo, símbolo de poder.
Las comunidades indígenas se sirven de ciertas formas de organización llamadas por algunos, instituciones informales, fundadas con la colaboración vecinal y familias de las comunidades, a cuyos integrantes se les otorga cargos como el de “topil”, “fiscal”, “capitán”, personajes encargados de preparar y organizar las celebraciones de manera directa.
Se practica la herbolaria y numerosos ritos y festividades encargadas de una rica cosmovisión, se reconoce el cómo, pero muchas veces no el porqué. La festividad más importante es el día de muertos o Xantolo.
En la organización comunitaria el curandero o chamán posee un cargo privilegiado, al ser conocedor de los secretos de las plantas, por sus rituales y consejos prácticos para la vida y convivencia armoniosa.
Los Huastecos son diestros artistas de los textiles, la madera y la alfarería, en esta última sobresale a nivel nacional el barro cocido de Chililico, donde aún se practican las técnicas prehispánicas de modelado, prescindiendo del torno de pedal, valiéndose de un rudimentario plato y otros instrumentos elaborados con materiales de la región.
Abundan también los mitos y las leyendas, el que persiste en la mayor parte de las huastecas es el del Niño-Chicomexochitl, que hace alusión al Dios del Maíz ya que como la mayoría de las culturas Mesoamericanas, la vida se organizaba en torno a este importante cereal generador de vida.
Persisten las danzas tradicionales de remoto origen prehispánico como la Danza de los Mecos, La Danza del Maíz o del Mapache y otras de creación colonial como “Los Viejos” y Cuanegros.
La música tradicional es el huapango o cuauhpanco (sobre la tarima), sones que se ejecutan a base de guitarra quinta o huapanguera, violín, jarana y antiguamente también con arpa, que se bailaba sobre pequeñas tarimas, en él se distinguen distintos estilos, cuya constante es la improvisación para elaborar ingeniosas coplas y el canto en falsete.
Teenek o Huastecos, Nahuas, Otomíes, Pames y Tepehuas y, en menor medida, Totonacas y Chichimecas Jonaz, constituyen la región, herederos de un patrimonio histórico y cultural proveniente de los antiguos pobladores de la zona. Su identidad se expresa en el uso de sus lenguas, en la religión, en el modo de vida, la indumentaria, los patrones alimentarios, el sistema político de gobierno y una lógica económica propia.
El Xantolo (fiesta de todo los santos) es una festividad que se remota algunos siglos atrás, cuando florecían los primeros huastecos en épocas ancestrales; tradición que se ha ido transformando sin perder esa esencia que lo identifica y le da identidad. “La reunión y encuentro entre vivos y muertos”, se celebra en la Región de la Huasteca Hidalguense comenzando el 24 de Junio con la “fiesta de las flores” y finalizando a últimas fechas del mes de noviembre con el retorno de las almas.
Dentro de los componentes fundamentales de dicha festividad se encuentran las ofrendas, los bailes y los cantos, los cuales son fundamentales a lo largo del desarrollo del Xantolo. Tal es el caso de la danza dedicada al “diablo” en la cual los hombres se visten de mujeres y las mujeres de hombres, venerando así el equilibrio entre la vida y la muerte.
Es así como comienza el reencuentro con los seres que dejaron la vida terrenal, aquellos que regresan de su descanso eterno para volver a formar parte de todo aquello que dejaron antes de partir. Días antes de su llegada, los familiares realizan una minuciosa preparación de los alimentos que degustaban cuando aún se encontraban entre ellos. Dicha preparación da comienzo con la siembra de la flor de cempasúchil lo cual representa “la vida y lo que somos”, seguida de la primera fiesta a los muertos celebrada el 29 de septiembre. A la llegada del mes de Octubre se hace la recolección de la flor de cempasúchil para dar inicio a la preparación de la ofrenda; los componentes principales para la decoración son la elaboración del arco el cual está constituido con la caña de azúcar adornado con la misma flor, la luz de las velas refleja la convivencia y el cuerpo de las ánimas, sin dejar de lado los exquisitos platillos elaborados por los familiares de las almas, tal es el caso del tradicional zacahuil, el pan y el atole.
La muerte chiquita como los pobladores la llaman se celebra el primer día de noviembre con la llegada de infantes fallecidos a los cuales se les recibe especialmente con caldo de pollo, al finalizar el encuentro con sus seres queridos se recibe con la misma alegría a las almas mayores el día 2 de Noviembre, a su llegada se lleva a cabo una danza muy peculiar la cual es representada por cuatro personajes fundamentales: El diablo (representa todo lo malo), la muerte (el fin de la vida), la mujer embarazada (representa la nueva vida) y el vaquero (es el jefe supremo que se encarga de que todo ello no se disperse).
Las tradiciones que siguen luchando por su sobrevivencia aún con la evolución de la sociedad, son muestra eminente de todo aquello que da integridad, por otra parte se reflejan lo bello y maravilloso que son las raíces que nos identifican como nación, es por ello que es importante salvaguardar y preservar dichas tradiciones.
Una de las tradiciones que tiene relevancia en toda la Huasteca Hidalguense es el Carnaval que se realiza el fin de semana que antecede al miércoles de ceniza, el Carnaval significa “fiesta de la carne”, este se celebra con un desfile donde participan un grupo de danzante llamados “mecos” o “mexcometl” pintados de negro con lodo o ceniza, bailando al ritmo de la danza que lleva por nombre “danza de los mecos”. Esta fiesta se hace en honor al Tlacatecólotl, el señor ese que en estos días camina entre nosotros para “exigir exceso de diversión”.
El domingo antes del Miércoles de Ceniza, las mujeres de Humotitla Coyuco, municipio de Huejutla, se levantan a las cuatro de la madrugada para comenzar la preparación comunitaria de 15 zacahuiles y xojoles, tamales de gran tamaño de chile y carne los primeros, y de piloncillo, los segundos.
El lunes por la mañana se ofrenda el manjar con velas y copal a los familiares fallecidos. Los zacahuiles se comparten con los visitantes y con los Mecos, después de que recorrieron la comunidad con danzas, teatralizaciones y música. En las casas les dan dinero, maíz, aguardiente y refrescos
En las comunidades de Huautla los danzantes aún se decoran el cuerpo con pintura tradicional. En Tamoyón Primero usan tepetate (tierra de río) para el color gris; tierra colorada para el rojo; carbón con agua para el negro y corteza de árbol de pemuche con aguardiente para el amarillo.
Esta es una de las pocas comunidades donde el festejo en grande se lleva a cabo el Miércoles de Ceniza. Desde temprano los adultos salen a pintar cruces de cal en los árboles que rodean sus propiedades. (González, 2009: p.10)
A vísperas de noche buena comenzaba la fiesta de noche buena o también conocida como la fiesta de las muladas, ya que provenientes de Tampico, Tamaulipas los colonches arribaban a Huejutla de Reyes con el único propósito de vender mulas para las “carreras de mulas” y es aquí donde comenzaba a salir los tradicionales puestos de pueblo ofreciendo tamales, aguardiente y un sinfín de platillos típicos.